La incursión aeronaval sobre
Tarento; perspectiva general.
Desde la misma entrada de Italia
en la guerra, el Mediterráneo como tal se convirtió en un inmenso teatro de
operaciones donde las fuerzas aéreas y mas concretamente aeronavales debían
desempeñar y así lo hicieron, un papel preponderante. La rama aérea embarcada o
Fleet Air Arm (FAA) se vio envuelta desde un primer momento en ataques sobre
objetivos navales y terrestres así como el uso de cazas en misiones de
interceptación de bombarderos e hidroaviones enemigos. Sin embargo, fue en
noviembre de 1940 cuando los valerosos pilotos de la FAA consiguieron demostrar
la importancia del poder aéreo naval sin lugar a dudas.
El plan de ataque sobre la flota italiana
fondeada en la base naval de Tarento, ya había sido diseñado en fecha tan
lejana como 1935 por el entonces capitán Lumley Lister y principalmente se
basaba en el uso de la sorpresa táctica producida por el ataque realizado únicamente
por aviones despegados desde portaaviones. En 1940, el ya contraalmirante
Lister propuso el plan al almirante Cunningham, comandante de las fuerzas
navales britanicas en el Mediterráneo oriental, propósito que fue aprobado con
rapidez. La flota italiana tenía en la base naval seis acorazados y todos su
buques de escolta y si bien era bastante improbable que dicha flota zarpase a
mar abierto buscando un enfrentamiento definitivo con los británicos, su mera
presencia en el puerto del sur de Italia fijaba a un número considerable de
buques británicos que podrían ser empleados de manera más efectiva en otros
sectores.
En la noche del 11 al de 12
noviembre de 1940, 21 biplanos Swordfish bajo el mando de LtCdr K. Williamson
despegaron desde el portaaviones Illustrious poco antes de las 21:00 h. con la misión
expresa de atacar la base naval de Tarento. La primera oleada compuesta por 12
aviones, armados con una amalgama de torpedos, bombas y bengalas, llegaron
sobre Tarento dos horas más tarde. El puerto estaba defendido por el denso
fuego antiaéreo lanzado desde las baterías antiaéreas y los propios cañones de
los barcos allí fondeados, así como las defensas pasivas proporcionadas por las
redes anti torpedo y los globos de barrera suspendidos por encima de los
objetivos. Los Swordfish realizaron el ataque en poco más de veinte minutos
bombardeando y torpedeando sus blancos. Solo el avión de Williamson fue
derribado en esta primera oleada siendo capturado junto con su observador.
Tras este primer ataque llegó la
segunda oleada llevada a cabo por tan solo ocho aparatos pues un noveno avión
tuvo que abandonar la misión al tener problemas con el depósito de combustible
adicional. Los ocho biplanos restantes llevaron a cabo la segunda incursión por
medio de un ataque con bombas y torpedos, sufriendo de igual manera la pérdida
de un avión, concretamente el pilotado por los tenientes Bayly y Slaughter. El
ataque fue un éxito sin precedentes: la pérdida de dos Swordfish compensó
claramente la paralización en dique seco de tres acorazados italianos así como
el daño infringido a un crucero pesado, una base de hidroaviones y un gran depósito
de combustible.
Con tan solo 21 obsoletos
biplanos se había conseguido dar un vuelco espectacular al equilibrio de poder
naval existente en el Mediterráneo, a favor de los británicos, of course.