En el periodo de entreguerras la
Regia Marina consideró a la armada francesa como su más probable oponente en el
caso de guerra, sin embargo tal y como avanzaba la década de los años 30 y tal
como iba convirtiéndose en expansionista la política exterior italiana, el
conflicto con Gran Bretaña también se observaba con inevitable. En el momento
que Italia entró en conflicto en junio de 1940 declarando la guerra a Francia y
Gran Bretaña, la Regia Marina no estaba preparada para la guerra. Esta
circunstancia de poco le importó al dictador italiano Benito Mussolini, quien
juzgó que la entrada en el conflicto se producía en las etapas finales de un
breve conflicto en el Italia debía posicionarse en el bando ganador y así
conseguir algún rédito. Dada esta percepción, los italianos estaban reacios a
arriesgar su flota. Los estrategas navales italianos generalmente cautelosos,
estaban muy preocupados por las posibles pérdidas de la flota de guerra,
especialmente en referencia a los acorazados, pues eran consciente que
cualquier baja no se podría substituir fácilmente debido a la exigua capacidad
de la industria naval italiana. Así, en esencia, el Alto Mando naval italiano
no deseaba bajo ningún motivo arriesgar su flota en una guerra supuestamente
corta.
Con el comienzo de la guerra,
a la Regia Marina se ele encomendaron
varias misiones principales. En primer lugar debía mantener abiertas las
comunicaciones entre la metrópoli y sus posesiones de ultramar tanto en África
del Norte concretamente Libia como con
los Balcanes mediante el flujo asegurado de convoyes regulares a esas áreas.
Otra tarea importante era el control del Mediterráneo Central, negando por
contrapartida su uso a los británicos. Este fue un factor estratégico clave
durante la guerra, ya que drásticamente obligaba a los británicos a aumentar
los requisitos de envío necesario para mantener sus fuerzas en Oriente Medio.
Incapaces de utilizar las rutas marítimas a través del Mediterráneo, los
británicos se vieron forzados a utilizar la ruta del Cabo de Buena Esperanza en
Sudáfrica, trayecto total de 12.000 millas. Esta circunstancia cuadriplicaba la
distancia del trayecto con respecto a la ruta mediterránea y el tiempo
necesario para cubrir esa distancia y por consiguiente también creaba
implicaciones estratégicas importantes para los planes aliados por todo el
mundo. Por esta razón, la flota de guerra italiana debía mantener bajo a toda
costa el Mediterráneo cerrado a la navegación aliada.
Formación de acorazados italianos
Formación de acorazados italianos
Sin embargo, incluso dentro de
esta estrategia defensiva, la Regia Marina se anticipó en el uso de la flota de
superficie antes de sus oponentes británicos. Incluso en una guerra corta, esta
circunstancia debía producirse lo antes posible, pero sólo si fuese cerca de
las bases italianas en el Mediterráneo central. Los italianos no previeron
operaciones para sus unidades pesadas en el Mediterráneo oriental u occidental.
A medida que la guerra se alargaba, la Regia Marina nunca abandonó estas
primeras e intenciones genéricas, a excepción de una única incursión en el
Mediterráneo oriental con resultados desastrosos. Mientras que estratégicamente
la armada naval italiana actuaba esencialmente a la defensiva, paradójicamente
emplearon sus acorazados a nivel operacional de forma agresiva para alcanzar sus objetivos antes de que la
previsible escasez de combustible imposibilitase operaciones para este tipo de
grandes navíos. Sin embargo, esa intención bastante agresiva por parte de los
acorazados a nivel operativo no se tradujo en una visión ofensiva comparable a
nivel táctico, pero en general no se puede decirse que la Regia Marina se
quedase acobardada en los puertos durante la guerra.
La Regia Marina pretendía llevar
a cabo las batallas navales desde largas distancias; de hecho, la mayoría de
las batallas en el Mediterráneo se libraron a la luz del día con buena
visibilidad, circunstancia que facilitaba esa doctrina. Varios factores
indujeron el deseo italiano de combatir desde grandes distancias. En primer
lugar se hallaba el superior alcance de los cañones italianos con la lógica
consecuencia. Otro factor clave era la superior velocidad de todos los acorazados italianos sobre sus
homólogos británicos. Teóricamente, este hecho permitía a los italianos
mantener el combate a su favor desde largas distancias. También permitía la
capacidad de elegir retirarse o no del combate y sobre todo cuándo. Finalmente,
con excepción de sus naves más modernas, los acorazados italianos reconstruidos
disponían de un blindaje inferior en comparación con los acorazados británicos
por lo que es compresible que la Regia Marina fuese renuente en disminuir la
distancia de tiro ya que era más probable que las pesadas unidades pudiesen
ocasionar daños considerables.
Tal y como se ha comentado la doctrina
italiana hacia la flota de superficie se basaba en intentar que las acciones de
combate se llevasen a cabo desde largas distancias. Deliberadamente todo lo
referente al fuego de artillería giraba en torno a este concepto Tras cada
salva se ajustaba el tiro y una vez que se encontraba el rango apropiado, se
atacaba el objetivo con fuego rápido para infligir el máximo daño. Después de
que la fuerza enemiga hubiera sido bloqueada, se produciría el decisivo combate
a corta distancia. Obviamente esta doctrina se basaba en la precisión a larga
distancia. En la época anterior al radar, era difícil para cualquier armada de
la Segunda Guerra Mundial mostrar una precisión adecuada a largas distancias,
no obstante la Regia Marina era tan buena como cualquier otra armada a este
respecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario