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martes, 12 de mayo de 2020

Acorazado Musashi

Acorazado Musashi



El acorazado japonés Musashi junto con su hermano gemelo el Yamato  fueron los acorazados más grandes y potentes de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, este gigante, paradigma de la potencia de fuego en su estado puro y orgullo de la flota imperial japonesa, no solo no dominó las aguas del Océano Pacifico en su lucha contra la US Navy sino que ni siquiera pudo entrar en combate.

Con un desplazamiento superior a las 72.000 toneladas a plena carga, una velocidad que alcanzaba los 27,5 nudos y sobre todo su armamento principal compuesto por  nueve cañones de 460 mm de calibre capaces de enviar su carga mortífera a 42 km de distancia, el Musashi cuando intervino en su primera acción de combate, la Batalla del Golfo de Leyte, fue atacado, destruido y hundido por aviones norteamericanos antes que pudiera entablar combate con sus enemigos. Con su pérdida se perdieron también las últimas esperanzas de los japoneses en ganar la guerra.




A finales de los años treinta viendo la inminente guerra con los Estados Unidos, los estrategas navales japoneses buscaron la manera de compensar la evidente desigualdad industrial y por tanto productiva entre Japón y los Estados Unidos en referencia a la construcción de navíos de guerra. Los acorazados de la clase Yamato fueron diseñados a tal efecto, por lo menos en teoría.

Para contrarrestar esa desigualdad numérica, la Marina Imperial Japonesa debía de contar con acorazados capaces de enfrentarse y sobre todo derrotar a varios oponentes uno tras otro o incluso a la vez. Para tal fin necesitaba el concurso de una clase de acorazados no existente en esos momentos, los denominados superacorazados que debían ser más grandes, más potentes y más blindados para así poder soportar más daños y salir indemnes de la confrontación con sus homólogos.


En primer plano, los cañones de 460 mm de proa

Los acorazados estadounidenses partían con una debilidad insalvable. La manga, es decir, el ancho máximo, no debía superar la anchura de las esclusas del canal de Panamá, vía vital de unión entre el Océano Atlántico y el Pacífico. Esta característica restringía el espesor de la coraza y la potencia de los cañones pues afectaba al tamaño del navío y al peso máximo permitido.

Los ingenieros nipones, conscientes de esta circunstancia, proyectaron cascos con mayor manga para así poder alojar torretas de mayor calibre y un blindaje de mayor espesor. De esta forma, la manga de los dos superacorazados nipones era de 36,9 m y 38,9 m para el Musashi y el Yamato respectivamente mientras los acorzados de la clase Iowa, los de mayor tamaño de la US Navy, no superaban los 32,9 m de manga.

Al principio estaba prevista la construcción de cinco superacorazados de los cuales sólo se construyeron tres. Los dos ya mencionados  y otro tercero reconvertido en portaaviones, el Shinano, lógicamente el mayor buque de su clase y que como sus hermanos tuvo una vida fugaz.

Llamado en honor de la histórica provincia de Japón, hoy en día parte de la actual prefectura de Tokio, el Musashi, se construyó con las máximas medidas de seguridad y secretismo en el astillero Mitsubishi de Nagasaki entre 1938 y 1940. Fueron tan exageradas estas medidas que se construyeron altos edificios alrededor del astillero para impedir observar y seguir el progreso de construcción del superacorazado. La ceremonia de botadura también se llevó a cabo en el más absoluto secreto, llegando hasta el extremo de simular un ataque aéreo para que la población que vivía cerca del astillero permaneciera en casa. Sin embargo, igual sufrieron las consecuencias de la botadura pues al entrar en el agua deslizándose lateralmente era tal la mole de acero que se produjo un pequeño tsunami de más de un metro de altura que llegó a inundar casas adyacentes y hundir pequeños barcas de pesca.

A pesar de su impresionante tamaño y potencia de fuego, la hoja de servicios del que fuera orgullo de la Armada Imperial Japonesa fue decepcionante. El buque insignia de la flota comenzó su andadura con mal presagio pues su primera misión fue el traslado del cuerpo del almirante Isoroku Yamamoto, artífice del ataque a Pearl Harbor y comandante supremo de la Flota Combinada, fallecido tras el ataque por parte de cazabombarderos norteamericanos P-38 Lightning.

No tuvieron éxito las siguientes salidas del entonces buque insignia de la flota nipona, una veces, no se logró contactar con el enemigo, en otras ocasiones se cancelaron los ataques antes de producirse, incluso el Musashi tuvo que combatir contra los elementos cuando se enfrentó a un tifón que le hizo perder media carga. Todas estas desafortunadas circunstancias impidieron que el enorme acorazado no entrara en combate contra navíos de su mismo tamaño. Si que fue en cambio atacado por un "insignificante" submarino estadounidense que logró lanzar una andanada de seis torpedos de los cuales sólo uno alcanzó la proa del acorazado, matando a dieciocho tripulantes y obligándole a pasar por el dique seco a sr reparado y mejorado.

El 20 de octubre de 1944, el Musashi zarpó rumbo a las Filipinas para unirse con el grueso de la flota japonesa y participar en la que ha sido la mayor batalla naval de la historia, la denominada Batalla del Golfo de Leyte. Su misión era repeler la invasión de las islas Filipinas. Todas las circunstancias indicaban que por fin podía tener la oportunidad de medirse con navíos de su mismo tamaño en un choque decisivo. Sin embargo el papel predominante de los acorazados en la guerra naval hacia más de dos años que claramente había virado hacia la guerra aeronaval personificada en los portaaviones.

El Musashi sin poder entrar en combate cayó dentro del giro de la estrategia naval y fue atacado por la aviación norteamericana procedente de los portaaviones. El bombardeo de siete horas de duración sólo poder derivar en un trágico final. Tras recibir treinta y seis impactos, diecisiete bombas y diecinueve torpedos, el orgullo de la Armada nipona se fue a pique llevándose a más de mil tripulantes, casi la mitad de su dotación inicial.

Con este hundimiento más el del Shinano en noviembre del mismo año y el Yamato en abril de 1945 se evidenciaron de forma clara la vulnerabilidad de los grandes buques ante los ataques aéreos así como su ineficacia en su rol principal. La era del acorazado como dueño de los mares había llegado a su fin no solo en la Armada japonesa sino en todo el resto de Marinas de Guerra del mundo.



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