El acorazado japonés Musashi junto con su hermano gemelo el Yamato fueron los acorazados más grandes y potentes de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, este gigante, paradigma de la potencia de fuego en su estado puro y orgullo de la flota imperial japonesa, no solo no dominó las aguas del Océano Pacifico en su lucha contra la US Navy sino que ni siquiera pudo entrar en combate.
Con un desplazamiento superior a
las 72.000 toneladas a plena carga, una velocidad que alcanzaba los 27,5 nudos
y sobre todo su armamento principal compuesto por nueve cañones de 460 mm de calibre capaces de
enviar su carga mortífera a 42 km de distancia, el Musashi cuando intervino en
su primera acción de combate, la Batalla del Golfo de Leyte, fue atacado,
destruido y hundido por aviones norteamericanos antes que pudiera entablar
combate con sus enemigos. Con su pérdida se perdieron también las últimas
esperanzas de los japoneses en ganar la guerra.
A finales de los años treinta
viendo la inminente guerra con los Estados Unidos, los estrategas navales
japoneses buscaron la manera de compensar la evidente desigualdad industrial y
por tanto productiva entre Japón y los Estados Unidos en referencia a la construcción
de navíos de guerra. Los acorazados de la clase Yamato fueron diseñados a tal
efecto, por lo menos en teoría.
Para contrarrestar esa
desigualdad numérica, la Marina Imperial Japonesa debía de contar con acorazados
capaces de enfrentarse y sobre todo derrotar a varios oponentes uno tras otro o
incluso a la vez. Para tal fin necesitaba el concurso de una clase de
acorazados no existente en esos momentos, los denominados superacorazados que debían
ser más grandes, más potentes y más blindados para así poder soportar más daños
y salir indemnes de la confrontación con sus homólogos.
Los acorazados estadounidenses partían
con una debilidad insalvable. La manga, es decir, el ancho máximo, no debía
superar la anchura de las esclusas del canal de Panamá, vía vital de unión
entre el Océano Atlántico y el Pacífico. Esta característica restringía el
espesor de la coraza y la potencia de los cañones pues afectaba al tamaño del
navío y al peso máximo permitido.
Los ingenieros nipones,
conscientes de esta circunstancia, proyectaron cascos con mayor manga para así
poder alojar torretas de mayor calibre y un blindaje de mayor espesor. De esta
forma, la manga de los dos superacorazados nipones era de 36,9 m y 38,9 m para
el Musashi y el Yamato respectivamente mientras los acorzados de la clase Iowa,
los de mayor tamaño de la US Navy, no superaban los 32,9 m de manga.
Al principio estaba prevista la construcción
de cinco superacorazados de los cuales sólo se construyeron tres. Los dos ya
mencionados y otro tercero reconvertido
en portaaviones, el Shinano, lógicamente el mayor buque de su clase y que como
sus hermanos tuvo una vida fugaz.
Llamado en honor de la histórica
provincia de Japón, hoy en día parte de la actual prefectura de Tokio, el
Musashi, se construyó con las máximas medidas de seguridad y secretismo en el
astillero Mitsubishi de Nagasaki entre 1938 y 1940. Fueron tan exageradas estas
medidas que se construyeron altos edificios alrededor del astillero para
impedir observar y seguir el progreso de construcción del superacorazado. La
ceremonia de botadura también se llevó a cabo en el más absoluto secreto,
llegando hasta el extremo de simular un ataque aéreo para que la población que vivía
cerca del astillero permaneciera en casa. Sin embargo, igual sufrieron las
consecuencias de la botadura pues al entrar en el agua deslizándose
lateralmente era tal la mole de acero que se produjo un pequeño tsunami de más
de un metro de altura que llegó a inundar casas adyacentes y hundir pequeños
barcas de pesca.
A pesar de su impresionante
tamaño y potencia de fuego, la hoja de servicios del que fuera orgullo de la
Armada Imperial Japonesa fue decepcionante. El buque insignia de la flota
comenzó su andadura con mal presagio pues su primera misión fue el traslado del
cuerpo del almirante Isoroku Yamamoto, artífice del ataque a Pearl Harbor y
comandante supremo de la Flota Combinada, fallecido tras el ataque por parte de
cazabombarderos norteamericanos P-38 Lightning.
No tuvieron éxito las siguientes
salidas del entonces buque insignia de la flota nipona, una veces, no se logró
contactar con el enemigo, en otras ocasiones se cancelaron los ataques antes de
producirse, incluso el Musashi tuvo que combatir contra los elementos cuando se
enfrentó a un tifón que le hizo perder media carga. Todas estas desafortunadas
circunstancias impidieron que el enorme acorazado no entrara en combate contra navíos
de su mismo tamaño. Si que fue en cambio atacado por un
"insignificante" submarino estadounidense que logró lanzar una
andanada de seis torpedos de los cuales sólo uno alcanzó la proa del acorazado,
matando a dieciocho tripulantes y obligándole a pasar por el dique seco a sr
reparado y mejorado.
El 20 de octubre de 1944, el
Musashi zarpó rumbo a las Filipinas para unirse con el grueso de la flota
japonesa y participar en la que ha sido la mayor batalla naval de la historia,
la denominada Batalla del Golfo de Leyte. Su misión era repeler la invasión de
las islas Filipinas. Todas las circunstancias indicaban que por fin podía tener
la oportunidad de medirse con navíos de su mismo tamaño en un choque decisivo. Sin
embargo el papel predominante de los acorazados en la guerra naval hacia más de
dos años que claramente había virado hacia la guerra aeronaval personificada en
los portaaviones.
El Musashi sin poder entrar en
combate cayó dentro del giro de la estrategia naval y fue atacado por la aviación
norteamericana procedente de los portaaviones. El bombardeo de siete horas de
duración sólo poder derivar en un trágico final. Tras recibir treinta y seis
impactos, diecisiete bombas y diecinueve torpedos, el orgullo de la Armada
nipona se fue a pique llevándose a más de mil tripulantes, casi la mitad de su dotación
inicial.
Con este hundimiento más el del
Shinano en noviembre del mismo año y el Yamato en abril de 1945 se evidenciaron
de forma clara la vulnerabilidad de los grandes buques ante los ataques aéreos así
como su ineficacia en su rol principal. La era del acorazado como dueño de los
mares había llegado a su fin no solo en la Armada japonesa sino en todo el
resto de Marinas de Guerra del mundo.
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