Prisioneros de guerra en el Frente Oriental II
Proviene de Prisioneros de guerra en el Frente Oriental I
De igual manera, caer como
cautivo en el frente oriental resultó ser altamente peligroso para los soldados
alemanes. Aquí también, no se tuvieron en cuenta consideraciones jurídicas
sobre el tratamiento a los prisioneros. A pesar de que la URSS no había firmado
la Convención de Ginebra, sí debía observar y cumplir la Orden de la Haya y la
2ª Convención de Ginebra sobre la protección de los heridos. Con el comienzo de
la Operación Barbarossa y el Ejército Rojo retirándose el número de ejecuciones
de prisioneros de guerra alemanes no fue alto, pero hay que señalar de forma
evidente que durante el avance inicial de la Wehrmacht en 1941 y 1942, el
número de soldados alemanes que cayeron en manos soviéticas fue relativamente
bajo. Hasta la batalla de Stalingrado, finalizada en enero de 1943, el número
de prisioneros de guerra alemanes no excedió la cifra de 100.000. Tras
Stalingrado, 93.000 prisioneros se sumaron a esa cantidad, de los cuales apenas
6.000 pudieron sobrevivir a su cautiverio. La tasa de mortalidad entre los
prisioneros de guerra alemanes en esos momentos se elevó al 90 por ciento, cifra
que nunca se alcanzó en los campos de internamiento permanentes. Pero a
diferencia de sus homólogos soviéticos en 1941-1942, los prisioneros alemanes
no fueron sometidos a una política de exterminio sistemático. Sí que fueron
víctimas del estado de desorganización generalizada del sistema de campo de
prisioneros de guerra soviéticos (GUPVI), de las condiciones caóticas de un
país devastado por la guerra y de los actos individuales de represalia. Además,
tras meses de lucha contra el enemigo y también contra las bajísimas
temperaturas del invierno ruso, muchos soldados alemanes pasaron al cautiverio
en un lamentable estado físico, por lo menos un tercio de ellos necesitaban
atención médica, que los rusos generalmente no proporcionaron. Tras la derrota en Kursk en el
verano de 1943, el ejército alemán comenzó su retirada final de Rusia.
El
creciente número de prisioneros de guerra sobrepasó completamente las capacidades
soviéticas. Se triplicó el número de campos base en la Unión Soviética pasando
de 52 a 156 en 1944, sin embargo, las
carencias fluían en todos los aspectos, especialmente en el suministro de alimentos,
la ropa de invierno y los suministros médicos. Al final de la guerra, en mayo
de 1945, los eventuales campos soviéticos de prisioneros fueron literalmente
inundados por otro millón y medio de soldados alemanes que no pudieron rendirse
a las fuerzas britanicas o norteamericanas. Una vez en los campos en la Unión
Soviética, se pusieron a trabajar para reconstruir el país desgarrado por la
guerra. De hecho, el primer plan económico quinquenal de la URSS después de la
contienda dependía en gran medida del trabajo de los prisioneros de guerra. Por
muchos años y bajo condiciones muchas veces terribles, los prisioneros alemanes
y austríacos construyeron centrales eléctricas, vías de tren, el metro de
Moscú, las industrias de defensa en los Montes Urales, minas de oro en Siberia
oriental, etc. Incluso el programa de la bomba atómica rusa le debe mucho a la
mano de obra y experiencia técnica de los prisioneros de guerra.
Teniendo en cuenta su
sufrimiento, los prisioneros alemanes demostraron poca reacción positiva a los
esfuerzos de la propaganda soviética para pasarse de bando. Intentos de organizar
una oposición al régimen de Hitler en gran medida fueron desestimados, a pesar
de pequeños grupos como el Comité Nacional por una Alemania Libre que sirvió
como germen del personal administrativo
impuesto por la Unión Soviética utilizó en la zona de Alemania ocupada después
de la guerra. La mayoría de los presos, sin embargo, experimentaron la
influencia política soviética como opresiva. Más infames fueron las jerarquías
establecidas en los campos por los comités antifascistas Antifa, prisioneros de
guerra alemanes, principalmente comunistas, que habían sido elegidos por las
autoridades soviéticas para controlar a sus compañeros. Generalmente, estos
seleccionados presos ocupaban privilegiadas posiciones en los campos y se
podían identificar fácilmente entre sus desnutridos camaradas por su aspecto
sano y bien alimentado.
Soldados alemanes hacia el cautiverio
Las condiciones de vida en
cautiverio soviético no mejoraron después de la guerra. El hambre constante, la
mano de obra esclavizada y la falta de atención médica condujeron a los presos a
desarrollar estrategias específicas de supervivencia. Los presos alemanes
adoptaron un modo andar lentamente diseñado para conservar la energía corporal
que pronto hizo de los prisioneros una masa de encorvadas figuras arrastrándose.
El "invierno del hambre" de 1946-1947, seguido de malas cosechas, fue
otra pesada carga que cayó sobre los prisioneros. Las autoridades soviéticas
tuvieron que declarar el estado de emergencia para todo el sistema campo GUPVI
para intentar aliviar la decreciente de mano de obra y la tasa de mortalidad
creciente pero dada la importancia del trabajo realizado por los presos, las repatriaciones
comenzaron a producirse tan solo de forma gradual. A mediados de 1947, cuando
comenzaron las primeras repatriaciones masivas de presos austríacos y húngaros,
aún había un millón de prisioneros de guerra alemanes en la Unión Soviética
cuya repatriación no comenzó hasta un año después. Antes de 1950, su número
descendió lentamente hasta los 30.000 prisioneros.
La historia de los últimos 30.000
prisioneros alemanes constituye el último capítulo de la triste historia de
internamiento de prisioneros de guerra en el frente oriental. Despojados de su
estatus como prisioneros de guerra y en cambio considerados como criminales de
guerra convictos, estos internados se convirtieron en un grupo de presión
utilizado por los soviéticos en la guerra fría, particularmente con referencia a
la recién creada República Federal de Alemania. Sin duda, una parte
significativa de estos ex soldados alemanes habían cometido crímenes de guerra,
sin embargo muchos otros recibieron sus condenas, 25 años de trabajos forzados,
por delitos menores o simplemente por mala suerte. Durante otros cinco años mas,
los prisioneros alemanes trabajaron en la Unión Soviética hasta que las
autoridades del país finalmente concedieron la repatrición en 1955-1956 a
cambio del establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Federal.
El último prisionero de guerra alemán no volviór a casa hasta 1956, más de 10
años después del final de la guerra.
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