lunes, 24 de noviembre de 2025

Churchill en Egipto

La visita de Churchill a Egipto en 1942

Winston S. Churchill con mienbros del Estado Mayor de las fuerza británicas en Egipto. 1942

La visita del primer ministro británico Winston S. Churchill a Egipto en agosto de 1942 fue uno de los momentos clave de la Segunda Guerra Mundial en el teatro mediterráneo. En un momento en que las fuerzas del Eje avanzaban peligrosamente hacia el Nilo, la presencia personal de Churchill respondió a la necesidad urgente de revisar el mando, evaluar la situación operativa y reafirmar la autoridad imperial británica en un territorio estratégico (Overy 1995, pp. 233-236).

A mediados de 1942, la campaña del Norte de África había alcanzado un punto de extrema vulnerabilidad para los Aliados. El avance del Afrika Korps de Erwin Rommel tras la batalla de Gazala y la caída de Tobruk en junio supusieron un golpe de enorme magnitud tanto militar como moral (Playfair 1966, pp. 259-264). Rommel empujó al Octavo Ejército británico hacia Egipto, obligándolo a establecer líneas defensivas cada vez más cerca de Alejandría. Churchill, consciente de que la pérdida del Canal de Suez podría fracturar las comunicaciones imperiales con el resto de Asia y el Pacífico, decidió viajar personalmente al frente (Churchill 1951, vol. IV, pp. 381-383).

Uno de los objetivos centrales de Churchill era revisar la estructura de mando en Oriente Medio. El general Claude Auchinleck, comandante en jefe del Mando de Oriente Medio, había logrado detener temporalmente a Rommel en la primera batalla de El-Alamein en julio de 1942, pero su estrategia defensiva y su ritmo operativo despertaron dudas en Londres (Barnett 1984, pp. 412-415). Churchill consideraba que Auchinleck había perdido autoridad sobre el Octavo Ejército y retrasaba innecesariamente la preparación de una ofensiva decisiva. Las tensiones entre el primer ministro y su comandante llevaban meses acumulándose (Smart 1998, pp. 169-171).



Desierto Occidental, Egipto. 05-08-1942. Winston Churchill, primer ministro de Gran Bretaña, y el teniente general Sir Leslie Morshead, comandante en jefe del A.I.F. (Oriente Medio), durante la visita de Churchill al cuartel general de la 9.ª División australiana en la zona avanzada del frente de El Alamein.

La visita coincidió también con un periodo de gran inestabilidad política en Egipto. Aunque nominalmente independiente desde 1922, la política egipcia estaba profundamente marcada por la influencia británica y por el creciente nacionalismo antiimperialista. El rey Faruq mantenía posturas ambivalentes respecto a Londres y toleraba círculos abiertamente pro-Eje (Louis 1984, pp. 195-199). Las reuniones entre Churchill y el monarca fueron tensas. El primer ministro insistió en reforzar la vigilancia interna, controlar la propaganda hostil y asegurar la plena cooperación del gobierno egipcio. Sus memorias reflejan su desconfianza hacia Faruq, a quien describía como “un joven caprichoso y poco fiable” (Churchill 1951, vol. IV, p. 392).

Sin embargo, el episodio decisivo del viaje fue la drástica reorganización del mando militar. Tras entrevistas con Auchinleck y con el resto del Estado Mayor, Churchill decidió destituir al comandante y asignarlo a otro posible destino (por el que Auchinleck no mostró entusiasmo) (Lewin 1998, pp. 227-230). Para sustituirlo en el Mando de Oriente Medio nombró al general Harold Alexander, un oficial de comportamiento firme, excelente capacidad organizativa y gran experiencia diplomática con los aliados (Alexander 1961, pp. 51-53).

Churchill también buscaba un nuevo comandante para el Octavo Ejército. Su primera elección fue el general William Gott, muy respetado por sus años en el desierto. Sin embargo, su avión fue derribado por cazas alemanes el 7 de agosto de 1942 poco después de su nombramiento (Fraser 1999, pp. 102-104). El accidente obligó a Churchill a tomar una decisión rápida y trascendental: designar a Bernard Montgomery como comandante del Octavo Ejército. Montgomery aceptó con energía y comenzó inmediatamente un vasto programa de reorganización, disciplina y preparación táctica (Montgomery 1960, pp. 94-97).

La presencia de Churchill en Egipto también tuvo un carácter simbólico y moral. Visitó unidades en primera línea, inspeccionó defensas y mantuvo reuniones con mandos aliados y asesores estadounidenses. Su objetivo era demostrar que el gobierno británico no contemplaba una retirada del valle del Nilo bajo ninguna circunstancia. Como señaló posteriormente: “Debíamos mantener Egipto a cualquier precio, pues perderlo habría significado un desastre estratégico de proporciones incalculables” (Churchill 1951, vol. IV, p. 387).

Otro de los aspectos centrales de la visita fue la evaluación logística. Churchill insistió en acelerar el envío de tanques Sherman estadounidenses, cañones antitanque de 6 libras y aviones de caza para igualar la capacidad material de Rommel, cuya situación logística también se deterioraba por los ataques a los convoyes del Eje (Holland 2013, pp. 214-216). Se revisaron rutas de suministro, defensas del Canal y sistemas de coordinación entre los mandos naval, aéreo y terrestre.

Tras la visita, los efectos fueron inmediatos. Montgomery asumió el mando con una autoridad que el Octavo Ejército no había sentido en meses. Reestructuró brigadas, reforzó la moral, estableció una nueva doctrina ofensiva y preparó meticulosamente una batalla en la que los británicos contarían por fin con una clara ventaja logística (Neillands 2004, pp. 301-305). Este proceso culminó en la segunda batalla de El-Alamein en octubre-noviembre de 1942, victoria decisiva que Churchill celebró como “el principio del fin” (Churchill 1948, vol. V, p. 32).

Desierto Occidental, Egipto. 23-08-1942. Winston Churchill junto al general Alexander, Comandante en Jefe del Oriente próximo y al teniente general Bernard Montgomery, comandante del 8º Ejército.

Desde una perspectiva política, la visita de 1942 tuvo efectos ambiguos. Por un lado, fortaleció la mano británica en Egipto en un momento crítico. Por otro, exacerbó tensiones con el gobierno y con sectores nacionalistas que resentían las intervenciones directas de Churchill en la política interna del país (Goldschmidt 2008, pp. 120-122). A largo plazo, esas tensiones contribuirían al ocaso de la influencia británica en Egipto en la década siguiente.

Con todo, la visita fue un punto de inflexión. Reorganizó radicalmente el mando aliado en Oriente Medio, consolidó la estrategia militar que llevaría a la victoria en El-Alamein y aseguró la supervivencia británica en el Mediterráneo oriental. La decisión de Churchill de viajar a Egipto en persona, en un momento dramático de la guerra, constituye uno de los actos más significativos de su liderazgo estratégico.


 

Bibliografía seleccionada

Obras primarias y memorias

  • Alexander, H. (1961). The Alexander Memoirs, 1940–1945. Cassell.
  • Churchill, W. S. (1948–1954). The Second World War, vols. IV–V. Cassell.
  • Montgomery, B. L. (1960). The Memoirs of Field-Marshal Montgomery. Collins.

Estudios históricos

  • Barnett, C. (1984). The Desert Generals. Papermac.
  • Fraser, D. (1999). Knight’s Cross: A Life of Field Marshal Erwin Rommel. HarperCollins.
  • Goldschmidt, A. (2008). A Brief History of Egypt. Facts on File.
  • Holland, J. (2013). The Rise of Germany and the Road to El Alamein. Transworld.
  • Lewin, R. (1998). Rommel as Military Commander. Pen & Sword.
  • Louis, W. R. (1984). The British Empire in the Middle East 1945–1951. Oxford University Press.
  • Neillands, R. (2004). The Desert Rats. John Murray.
  • Overy, R. (1995). Why the Allies Won. Jonathan Cape.
  • Playfair, I. S. O. (1966). The Mediterranean and Middle East, vol. III. HMSO.
  • Smart, N. (1998). The Democracies and the Great Powers: International Politics, 1919–1945. Palgrave.


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