La visita de Churchill a Egipto en 1942
![]() |
La visita del primer
ministro británico Winston S. Churchill a Egipto en agosto de 1942 fue uno de
los momentos clave de la Segunda Guerra Mundial en el teatro mediterráneo. En
un momento en que las fuerzas del Eje avanzaban peligrosamente hacia el Nilo,
la presencia personal de Churchill respondió a la necesidad urgente de revisar
el mando, evaluar la situación operativa y reafirmar la autoridad imperial
británica en un territorio estratégico (Overy 1995, pp. 233-236).
A mediados de 1942, la
campaña del Norte de África había alcanzado un punto de extrema vulnerabilidad
para los Aliados. El avance del Afrika Korps de Erwin Rommel tras la batalla de
Gazala y la caída de Tobruk en junio supusieron un golpe de enorme magnitud
tanto militar como moral (Playfair 1966, pp. 259-264). Rommel empujó al Octavo
Ejército británico hacia Egipto, obligándolo a establecer líneas defensivas
cada vez más cerca de Alejandría. Churchill, consciente de que la pérdida del
Canal de Suez podría fracturar las comunicaciones imperiales con el resto de
Asia y el Pacífico, decidió viajar personalmente al frente (Churchill 1951,
vol. IV, pp. 381-383).
Uno de los objetivos
centrales de Churchill era revisar la estructura de mando en Oriente Medio. El
general Claude Auchinleck, comandante en jefe del Mando de Oriente Medio, había
logrado detener temporalmente a Rommel en la primera batalla de El-Alamein en
julio de 1942, pero su estrategia defensiva y su ritmo operativo despertaron
dudas en Londres (Barnett 1984, pp. 412-415). Churchill consideraba que
Auchinleck había perdido autoridad sobre el Octavo Ejército y retrasaba
innecesariamente la preparación de una ofensiva decisiva. Las tensiones entre
el primer ministro y su comandante llevaban meses acumulándose (Smart 1998, pp.
169-171).
Desierto Occidental,
Egipto. 05-08-1942. Winston Churchill, primer ministro de Gran
Bretaña, y el teniente general Sir Leslie Morshead, comandante en jefe del
A.I.F. (Oriente Medio), durante la visita de Churchill al cuartel general de la
9.ª División australiana en la zona avanzada del frente de El Alamein.
La visita coincidió
también con un periodo de gran inestabilidad política en Egipto. Aunque
nominalmente independiente desde 1922, la política egipcia estaba profundamente
marcada por la influencia británica y por el creciente nacionalismo
antiimperialista. El rey Faruq mantenía posturas ambivalentes respecto a
Londres y toleraba círculos abiertamente pro-Eje (Louis 1984, pp. 195-199). Las
reuniones entre Churchill y el monarca fueron tensas. El primer ministro
insistió en reforzar la vigilancia interna, controlar la propaganda hostil y
asegurar la plena cooperación del gobierno egipcio. Sus memorias reflejan su
desconfianza hacia Faruq, a quien describía como “un joven caprichoso y poco
fiable” (Churchill 1951, vol. IV, p. 392).
Sin embargo, el episodio
decisivo del viaje fue la drástica reorganización del mando militar. Tras
entrevistas con Auchinleck y con el resto del Estado Mayor, Churchill decidió
destituir al comandante y asignarlo a otro posible destino (por el que Auchinleck
no mostró entusiasmo) (Lewin 1998, pp. 227-230). Para sustituirlo en el Mando
de Oriente Medio nombró al general Harold Alexander, un oficial de
comportamiento firme, excelente capacidad organizativa y gran experiencia
diplomática con los aliados (Alexander 1961, pp. 51-53).
Churchill también buscaba
un nuevo comandante para el Octavo Ejército. Su primera elección fue el general
William Gott, muy respetado por sus años en el desierto. Sin embargo, su avión
fue derribado por cazas alemanes el 7 de agosto de 1942 poco después de su
nombramiento (Fraser 1999, pp. 102-104). El accidente obligó a Churchill a
tomar una decisión rápida y trascendental: designar a Bernard Montgomery como
comandante del Octavo Ejército. Montgomery aceptó con energía y comenzó
inmediatamente un vasto programa de reorganización, disciplina y preparación
táctica (Montgomery 1960, pp. 94-97).
La presencia de Churchill
en Egipto también tuvo un carácter simbólico y moral. Visitó unidades en
primera línea, inspeccionó defensas y mantuvo reuniones con mandos aliados y
asesores estadounidenses. Su objetivo era demostrar que el gobierno británico no
contemplaba una retirada del valle del Nilo bajo ninguna circunstancia. Como
señaló posteriormente: “Debíamos mantener Egipto a cualquier precio, pues
perderlo habría significado un desastre estratégico de proporciones
incalculables” (Churchill 1951, vol. IV, p. 387).
Otro de los aspectos
centrales de la visita fue la evaluación logística. Churchill insistió en
acelerar el envío de tanques Sherman estadounidenses, cañones antitanque de 6
libras y aviones de caza para igualar la capacidad material de Rommel, cuya
situación logística también se deterioraba por los ataques a los convoyes del
Eje (Holland 2013, pp. 214-216). Se revisaron rutas de suministro, defensas del
Canal y sistemas de coordinación entre los mandos naval, aéreo y terrestre.
Tras la visita, los
efectos fueron inmediatos. Montgomery asumió el mando con una autoridad que el
Octavo Ejército no había sentido en meses. Reestructuró brigadas, reforzó la
moral, estableció una nueva doctrina ofensiva y preparó meticulosamente una batalla
en la que los británicos contarían por fin con una clara ventaja logística
(Neillands 2004, pp. 301-305). Este proceso culminó en la segunda batalla de
El-Alamein en octubre-noviembre de 1942, victoria decisiva que Churchill
celebró como “el principio del fin” (Churchill 1948, vol. V, p. 32).
Desierto Occidental,
Egipto. 23-08-1942. Winston Churchill junto al general Alexander, Comandante en
Jefe del Oriente próximo y al teniente general Bernard Montgomery, comandante
del 8º Ejército.
Desde una perspectiva
política, la visita de 1942 tuvo efectos ambiguos. Por un lado, fortaleció la
mano británica en Egipto en un momento crítico. Por otro, exacerbó tensiones
con el gobierno y con sectores nacionalistas que resentían las intervenciones
directas de Churchill en la política interna del país (Goldschmidt 2008, pp.
120-122). A largo plazo, esas tensiones contribuirían al ocaso de la influencia
británica en Egipto en la década siguiente.
Con todo, la visita fue
un punto de inflexión. Reorganizó radicalmente el mando aliado en Oriente
Medio, consolidó la estrategia militar que llevaría a la victoria en El-Alamein
y aseguró la supervivencia británica en el Mediterráneo oriental. La decisión
de Churchill de viajar a Egipto en persona, en un momento dramático de la
guerra, constituye uno de los actos más significativos de su liderazgo
estratégico.
Bibliografía seleccionada
Obras primarias y
memorias
- Alexander, H. (1961). The Alexander Memoirs, 1940–1945. Cassell.
- Churchill, W. S. (1948–1954). The Second World War, vols. IV–V. Cassell.
- Montgomery, B. L. (1960). The Memoirs of Field-Marshal Montgomery. Collins.
Estudios históricos
- Barnett, C. (1984). The Desert Generals. Papermac.
- Fraser, D. (1999). Knight’s Cross: A Life of Field Marshal Erwin Rommel. HarperCollins.
- Goldschmidt, A. (2008). A Brief History of Egypt. Facts on File.
- Holland, J. (2013). The Rise of Germany and the Road to El Alamein. Transworld.
- Lewin, R. (1998). Rommel as Military Commander. Pen & Sword.
- Louis, W. R. (1984). The British Empire in the Middle East 1945–1951. Oxford University Press.
- Neillands, R. (2004). The Desert Rats. John Murray.
- Overy, R. (1995). Why the Allies Won. Jonathan Cape.
- Playfair, I. S. O. (1966). The Mediterranean and
Middle East, vol. III. HMSO.
- Smart, N. (1998). The Democracies and the Great
Powers: International Politics, 1919–1945. Palgrave.



No hay comentarios:
Publicar un comentario