Bristol Blenheim en el aerodromo de Menidi/Tatoi
Tras la caída de Francia, la lógica
y principal tarea de las fuerzas armadas británicas era la propia defensa del territorio
metropolitano, no obstante Gran Bretaña no podía dejar de asegurar las vitales líneas
de suministro de la isla y tal vez una de las más importantes era el canal de
Suez y su continuación hacia la India y el Lejano Oriente. Desde la entrada de Italia
en la guerra, coincidiendo con la derrota de Francia, el Mediterráneo y Etiopia
se convirtieron en zonas estratégicas para Inglaterra. Fueron los italianos los
primeros en atacar, tanto en Libia como en Etiopia pero dichos ataques no
fueron muy contundentes y por tal razón fueron frenados pero en octubre de 1940
Mussolini invadió Grecia a través de Albania. En manos de tropas del eje, Grecia
podía convertirse en una espina clavada a la espalda de Egipto y Oriente Medio.
Las fuerzas aéreas en la zona
eran muy exiguas para combatir en tres frentes, Libia, Etiopia y Grecia, según el
secretario de guerra Anthony Eden, solo 29 escuadrones estaban disponible con
un total de 350 aviones entre Gladiators, Blenheims, Lysanders y Sunderlands
aparte de 400 aviones mas muy anticuados y de utilidad casi nula. Jefe de las
Fuerzas Aérea, mariscal Sir Arthur Longmore envió un escuadrón mixto de cazas y
bombarderos Blehheim para fortalecer el espacio aéreo griego. El gobierno accedió
y aun mas, envió tres escuadrones adicionales, dos de Blenheims y uno de
Gladiators, todos estos refuerzos fueron de gran valía para la fuerza aérea griega
Tras la experiencia negativa de
Noruega unos meses atrás, todo parecía indicar ^que en Grecia no se repetirían los
mismos errores pero no fue así. La RAF volvió a enviar una fuerza
expedicionaria a un país sin el suficiente conocimiento de la situación previa.
A nivel sanitario, las condiciones en Grecia eran muy deficientes, las
enfermedades eran endémicas, el saneamiento y la alimentación paupérrimas y hasta
incluso desde un punto de vista militar, las mismas autoridades griegas
pusieron muchos obstáculos las fuerzas aéreas británicas. Se les denegaron los
mejores campos de aviación de la zona de Salónica por miedo a provocar a los
alemanes que se hallaban en Bulgaria. Los escuadrones de bombardero fueron los más
perjudicados al emplazarlo en campo de hierba con drenaje deficiente y a más de
300 millas del frente.
No había ninguna duda que los
cazas Gladiator y Blenheim eran adquisiciones notables para defender el espacio
aéreo griego, si bien es cierto que ayudó bastante a conseguir esta tarea
enfrentarse a aparatos italianos y no a cazas alemanes. Fiel a su entrenamiento
y doctrina el comandante local, el vice mariscal J.H. D’Albiac se resistió a
las peticiones de los ingleses de utilizar los aviones de la RAF para proporcionar
apoyo a su ejército hasta febrero de 1941, cuando una ala compuesta tanto por
cazas como por bombarderos y basada en las cercanías de Paramythia brindó apoyo
cercano a la contraofensiva griega en Albania. Sin embargo una vez los italianos
volvieron a atacar, D’Albiac retiro sus aviones, excusándose en que ese
cometido, no era el “uso correcto de una fuerza aérea”.
J. H. D'Albiac en el hotel Grand Bretagne de Atenas
A esas alturas de campaña, la
fuerza de la RAF en Grecia, había aumentado a siete escuadrones, debido a la
mas que inminente entrada de los alemanes en el conflicto helénico. Los
ingleses, con Churchill decidieron prestar apoyo claro a los griegos, cuatro
divisiones fueron enviadas desde Oriente Medio a la península griega y dos
escuadrones adicionales fueron desplegados, aumentando el total a nueve escuadrones
a parte de reemplazar los antiguos Gladiators por nuevos Hurricanes.
El ejército alemán invadió Grecia
desde Bulgaria y Yugoeslavia el 6 de abril de 1941 con 27 divisiones , 7 de ellas
blindadas apoyadas por más de un millar de aviones. Por el lado contrario, seis
divisiones griegas, 24 yugoeslavas y en un principio tres que pasaron a cuatro
divisiones británicas y de la Commonwealth, más concretamente del ANZAC, con un
centenar de aviones yugoeslavos y griegos y los ya mencionados 9 escuadrones de
la RAF. Aparte fuerzas adicionales griegas y dos escuadrones de la RAF
continuaban la lucha contra los italianos en el estancado frente de Albania.
Ante esta situación de partida de superioridad cualitativa por parte germana,
el resultado final no ofrecía ninguna duda. Salónica cayó el 8 de abril y en
una semana, la suma de las acciones de la Luftwaffe y la falta de instalaciones
para la reparación de los aviones redujeron la fuerza total de D’Albiac a 46
aviones.
Al principio del ataque a Grecia,
si las condiciones meteorológicas lo permitían, los aviones de la RAF
consiguieron bueno resultados contra las líneas de comunicación germanas y
sobre sus columnas, pero al igual que en Francia, una vez los ejércitos eran
superados por los alemanes y se batían en retirada, la función de la aviación
cambió y paso a ser de protección y cobertura de la evacuación de las tropas británicas
y del ANZAC de tierra firme hacia la isla de Creta. Al estar protegiendo la
retirada de las tropas terrestres, muy pocos aviones quedaban para protegerse a
sí mismos, por esa razón el 23 de abril fueron destruidos en tierra 13 valiosos
Hurricanes. Al final de la campaña solo 57 de los 255 aviones enviados a Grecia
regresaron a Egipto.
El compromiso de la RAF con
Grecia dejo bien claro las probabilidades de éxito o no ante la presencia
germana en el aire. Los Gladiators podían competir ante el CR. 42 italianos,
sufrir ante el Macchi G.50 y ser completamente superados ante los cazas Messerschmitt
109 de la Luftwaffe. El uso de los
Blenheims como caza era adecuado así como bombardero cuando las condiciones meteorológicas
lo permitían. Los Wellingtons enviados desde Oriente Medio y desplegados temporalmente
demostraron ser los mejores en su cometido. Pero demasiado a menudos, las
tripulaciones se encontraron operando desde aeródromos de tierra y hierba
proclives a inundarse, así como con una pobre organización referente al
mantenimiento y reparación de los aparatos y con poca o escasa protección proporcionada
por cañones antiaéreos. Además, la posibilidad de refuerzos y reemplazos era
muy pequeña, una vez los alemanes se involucrasen en la batalla, ya que el
propio teatro de operaciones del Mediterráneo estaba escaso de aparatos y las
propias dificultades de transporte impedían reemplazar las unidades perdidas.
Como casi siempre, los soldados
se quejaron de la aversión, a veces era más
incapacidad, de los pilotos de la RAF en su papel de cobertura y apoyo. Queja
en parte justificada ya que dicha función no era parte de la doctrina aérea
imperante en los altos mandos y el propio D’Albiac era de ese mismo parecer,
como se vio con el tímido contraataque italiano en Albania en febrero cuando
devolvió a su fuerza aérea a tareas más convencionales. Aun mas, la culpa de la
derrota recaída sobre el general Wavell, comandante en jefe del Ejercito en
Oriente medio y sobre Longmore su homologo en la RAF fue mucho más severa.
Fueron los chivos expiatorios de la derrota en una campaña impuesta desde
Londres para ayudar a un aliado en un “noble” esfuerzo; de hecho, el propio líder
griego Metaxas predijo el derrumbe de su país si fuese invadido por Alemania,
circunstancia que se cumplió al pie de la letra. Aunque el ejército y las
fuerzas aéreas fueron suficientes para enfrentarse a los italianos, perdieron
cualquier esperanza ante los alemanes. Los aviones de la RAF solo podrían haberse
salvado si Londres hubiese ordenado la retirada el día 6 de abril, día de
inicio de la invasión de Grecia, como tal circunstancia no se produjo la
derrota fue además de inevitable, aplastante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario