Durante la Segunda Guerra Mundial
no existió factor más determinante para la supervivencia de los pilotos de
combate que el número de horas de vuelo previas que cada aviador podía
presentar antes de entrar en acción por primera vez. De la misma manera que al
principio de la guerra los pilotos de la Luftwaffe demostraron gran
superioridad personal a la hora de entablar combate con el enemigo, habilidad
posiblemente conseguida previamente en conflictos anteriores como la Guerra
Civil, la fortuna de las fuerzas aéreas alemanas cambió cuando el rumbo de la
guerra no permitió la disponibilidad del suficiente combustible para que los
pilotos entrenasen las horas suficientes para su bautismo de fuego. Esta
circunstancia se mostró palpable a partir de 1942. Desde 1939 hasta esta fecha
los nuevos aviadores recibían 240 horas de vuelo de entrenamiento antes de
estar listos y preparados para el combate, en contraste a las 200 horas de los
pilotos británicos y las incluso menos horas de los soviéticos. Sin embargo a partir de finales
de 1942 y hasta el fin de la guerra las horas de entrenamiento sufrirían
cambios graduales, así en la Luftwaffe disminuyó a 200 horas de preparación mientras
los británicos llegaron a las 240 horas previas y los americanos a las 270
horas. Al verano siguiente, los británicos llegaban a las 335 horas y sus
aliados de la otra parte del océano hasta las 320 mientras sus oponentes germanos
veían reducido su entrenamiento a 170 horas. En el último año de guerra, los
pilotos noveles alemanes quien al principio de la guerra salían del
entrenamiento como los mejor preparadas comprobaron como su adiestramiento se quedaba
reducido a unas exiguas 110 horas mientras británicos y americanos conservaban
sus 340 y 360 horas respectivamente. Cabe señalar que cinco horas de vuelo
consumía 1 tonelada de combustible y los alemanes no disponían toneladas de
combustible para nada
Horas de vuelo de entrenamiento
Una de las características más
impactantes de la guerra aérea, sobre todo referida a la lucha entre cazas, en
la Segunda Guerra Mundial, en la no existencia de pilotos de nivel intermedio
ya que solo existían dos clases de pilotos, ases o objetivos de esos ases. Si
se daba la suerte necesaria y si se
evitaba caer derribado en las primeras misiones, un piloto de caza de la SGM se
convertía fácilmente en as, circunstancia que se producía cuando se alcanzaba
el número de 5 victorias conseguidas. Por término medio, durante la guerra un
piloto tenía un 7% de probabilidad de caer derribado en su primera misión de
combate, la supervivencia aumentaba a medida que se incrementaba la experiencia
así al décimo combate la posibilidad caía
hasta un 1%, probabilidad que se mantenía a lo largo de la guerra. Estadísticamente
solo la mitad de los pilotos consiguieron derribar algún aparato enemigo y de
ellos un 10% por lo que se deduce que solo un 5% de todos los pilotos
obtuvieron 5 o más victorias, convirtiéndose d esta manera en ases del combate aéreo.
El resto se podría denominar como “carne de cañón” para estos experten.
Ante estos datos, se podría
pensar que los pilotos de la Luftwaffe serian casi casi invencibles, pues
serian los que acumularían más experiencia y por lo tanto más difíciles de
derribar, cuando al final de la guerra se demostró que no fue de esta manera,
la razón es simplemente matemática, por muy bueno que seas siempre existe un
riesgo y este riesgo aumenta con el numero de misiones, que es lo que ocurrió
cuando fueron derribados muchos experten de la Luftwaffe, simplemente porque
jugaban no, a mas números de lotería sino muchas más veces que sus colegas
occidentales , sobretodo.
Sin embargo no existe claramente
un orden de habilidades necesarias para convertirse en un as aunque seguramente
la capacidad de vuelo y muchas horas de entrenamiento ayudaron a que los
pilotos no fuesen derribados sería necesario algo mas para convertirse en as,
tal vez una naturaleza asesina innata.
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