Hasta mayo de 1942 con la introducción
del cañón anticarro de 6 libras (57 mm) y sobretodo hasta marzo del año
siguiente con el cañón de 17 libras (76 mm), los británicos solo tenían en su
arsenal como cañón antitanque principal, el cañón de 2 libras (40 mm). Este
antitanque demostró ser ineficaz a distancias superiores a 1.000 yardas. En cambio,
los alemanes si disponían de un arsenal anticarro más variado y eficaz. El principal
cañón con dicha finalidad era el PaK 38 de 50 mm, sin embargo, no fue el más
famoso ni el más temido, ya que ese honor recayó en el célebre cañón antiaéreo de
88 mm.
Si bien la finalidad con la que
fue diseñada el “88” era la de derribar aviones, ya en la guerra civil española
demostró con excelentes resultados, la posibilidad de utilizarlo como arma
antitanque. La razón estribaba en las propias características de los cañones antiaéreos,
que habían de tener; elevada cadencia de tiro, largo alcance, trayectoria recta
y grandes velocidad de salida del proyectil. Estas propiedades resultaron aprovechables
como anticarro sobre todo en terrenos abiertos, como los propios del desierto
africano, aunque hay que reseñar los distintos inconvenientes presente en un
diseño no realizado en expreso para tal función. El cañón de 88 era enorme y fácilmente
visible, no era fácil de mover ni de cambiarlo de emplazamiento, se montaba en una
plataforma en forma de cruz muy pasada., no obstante, incluso con estas
desventajas el cañón alemán de 88 mm fue, tal vez, uno de los mejores
antitanque de la guerra.
Ante la falta de un cañón
anticarro con garantías y ante el uso por parte de los alemanes del antiaéreo de
88 como cañón anticarro, aparece una cuestión casi de forma ineludible ¿Disponían
los británicos de un cañón de características similares al “88” alemán, para poder
ser utilizado como antitanque? La respuesta es sencilla, el cañón antiaéreo de
94 mm.
El cañón de 94 mm, o mejor dicho,
cañón de ordenanza QF 3,7-in fue introducido en el ejército británico en 1937
para sustituir al cañón antiaéreo QF 3-in 20-cwt que databa de la Primera
Guerra Mundial. Aun siendo un cañón de calibre superior al “88” alemán y balísticamente
también con mejores prestaciones, tan solo fue utilizado como anticarro en ocasiones aisladas
por los británicos, seguramente por diversas razones que se deben matizar.
En primer lugar, razones de índole
estratégicas; el cañón de 3,7 pulgadas siempre tuvo como principal fin el ser antiaéreo,
además a principio de los 40 existía en Inglaterra gran psicosis generalizada hacia
los bombardeos y tras el desastre de Dunkerque, donde muchos cañones de 94 mm
fueron abandonados, el resto de material antiaéreo fue destinado sin discusión a
la protección del espacio aéreo británico.
Dentro de la doctrina de guerra
acorazada británica, no se consideraba al cañón antitanque cono el arma
principal de destrucción de los carros de combate enemigos; esa función recaía en
los propios tanques, sin contar que los alemanes utilizaban los cañones
anticarro como un medio ofensivo y por supuesto defensivo mientras que los aliados
solo los utilizaban como armas defensivas.
Conseguir entrenar las dotaciones
de los cañones de 3,7-in para el fin anticarro costaría un esfuerzo adicional
que en tales circunstancias el Ejercito
no se podía permitir, así como el suministro de munición adecuada para tal fin.
También existían presiones por
parte de la RAF para que se utilizasen los cañones para defender los aeródromos
de los ataques aéreos del enemigo así como las bases del Ejercito.
Desde el punto de vista técnico, también
y de forma casi parecida al caso del “88” alemán existían inconvenientes que
dificultaban en gran medida el uso del antiaéreo de 94 mm como arma antitanque.
Los apuntadores del cañón se
sentaban de espaldas al objetivo, pues esa era la posición diseñada para el
fuego antiaéreo, cambiarla ocasionaría impedir su uso primario. Necesitaba también
una superficie muy grande de terreno perfectamente nivelado, además se requería
aproximadamente 10 minutos para retirar las ruedas, desplegar las patas y dejar
el cañón en pleno funcionamiento.
Era más grande que su “compañero”
alemán, circunstancia que se agravaba cuando disparaba y levantaba una nube de
polvo enrome, facilitando así su localización. Acto seguido entraba en juego
una gran desventaja ya que el cañón británico a diferencia del “88” carecía de escudo
protector para los artilleros.
Todos estos factores, políticos, estratégicos
o técnicos, impidieron el uso del cañón antiaéreo de 94 mm como arma
antitanque, circunstancia que tal vez hubiese significado un resultado
diferente en la lucha acorazada entre las fuerzas británicas y las fuerzas del
Eje, como de forma esporádica y con éxito realizó Percy Calvert, paradójicamente comandante de la Brigada Antiaérea
en África del Norte.
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