La batalla del sendero de Kokoda
Proviene de Campaña del sendero de Kokoda 2ª parte
A mediados de noviembre, las
fuerzas armadas de los Estados Unidos y Australia habían empujado a los
japoneses hasta la costa norte de Nueva Guinea creando diversas bolsas entre
Buna y Gona. Para gran perjuicio y frustración de MacArthur, la llegada de la
32ª División no supuso aceleración alguna en la conclusión de la campaña. Esta
unidad avanzó muy lentamente entre los pantanos cercanos a Buna y sufrió un
gran desgaste por el calor y las enfermedades. El terreno y sus condiciones,
combinadas con las muy bien preparadas defensas niponas, obligaron a realizar
pequeños asaltos que solían acababan en costosos ataques frontales, que
desaceleraron el avance hasta convertirlo en una marcha a paso de tortuga.
El enfado, incluso cabreo, de
MacArthur aumentó cuando observo que los australianos avanzaban más rápidamente
que las tropas norteamericanas, a pesar de aventajarles numéricamente en una
proporción de 3:1. Los aliados encontraron en esos momentos grandes
dificultades para acabar con el enemigo, por lo que se produjo gestos de gran
impaciencia, y así, MacArthur destituyó
al comandante de la 32ª División y puso, el 1 de diciembre, al general de
división Robert Eichelberger al mando de dicha unidad, eso si comentándole
"o toma Buna o mejor no vuelva vivo". Los australianos tomaron Gona
el 9 de diciembre y Buna caería finalmente el día 13. Sin embargo, se tuvo que
combatir duramente un mes más contra los focos de resistencia japonesa mostrada en las ultimas posiciones enemigas
existentes entre Gona y Buna. Las tropas aliadas fueron testigos en primera
persona y por primera vez de la forma de combatir tan fanática de los japoneses.
Conforme al código Bushido, los japoneses
iban a luchar hasta la muerte en lugar de deshonrase a sí mismos
rindiéndose. Este iba a ser un oscuro presagio de las futuras batallas libradas
en el Pacífico.
Los enfrentamientos en Nueva
Guinea han sido considerados por algunos historiadores militares como de los
combates más duros de la guerra. La campaña supuso 5698 bajas entre las tropas
australianas; 2.165 muertos y 3.533 heridos. Las bajas totales norteamericanas ascendieron
a 2.848; 864 muertos, 66 desaparecidos y
1.918 heridos. Los japoneses tuvieron 12.000 muertos de las 17.000 tropas
finalmente comprometidas con la campaña. Un ejemplo claro de las miserables
condiciones que sufrieron los soldados fue el número de bajas ocasionadas por
enfermedad durante la campaña. Sólo más o menos mil australianos acabaron la campaña sin enfermedad alguna cuando
fueron 15.575 los casos médicos totales a finales de 1942, incluyendo 9.249
casos de malaria, 3.643 casos de disentería, 1.186 casos de dengue y 186 casos
de tifus. A los americanos les fue un poco mejor debido a que estuvieron menos
meses expuestos a las condiciones de la selva siendo un total de 8.659 casos de
enfermedades infecciosas sobre las 14.646 tropas involucradas en la campaña. A
pesar del alto costo en víctimas, los aliados habían asegurado Papúa-Nueva
Guinea e impidieron una más que probable
invasión japonesa de Australia. MacArthur también tenía una base avanzada desde
donde lanzar futuras operaciones a lo largo de la costa norte de Nueva Guinea
hacia su objetivo final; las Filipinas.
Soldado australiano proporcionando cuidados sanitarios a un prisionero japones enfermo
De esta campaña, los aliados
aprendieron algunas lecciones muy valiosas. Se desarrollaron tácticas, en ese
momento y también para ser desplegadas en un futuro, indispensables para hacer
frente a la estrategia japonesa de una defensa en profundidad, basada en la
presencia de bunkers, fortines y demás posiciones defensivas experimentada
durante la batalla de Buna-Gona, cerca del final de la campaña. Artillería,
napalm, cargas de demolición, granadas lanzadas desde el fusil y los
lanzallamas se convertirían en armas esenciales en la guerra contra los
japoneses durante la campaña de Pacífico, ya que era la única forma de
erradicar a fanáticos defensores atrincherados que se negaban a rendirse. El
uso de medicamentos contra la malaria fue una necesidad médica primordial. Esta
enfermedad causó tantas bajas como las propias armas de fuego del enemigo.
También quedo manifiesto la conveniencia de enviar al combate tropas
debidamente mentalizadas y entrenadas
ante el medio ambiente al que se iban
a enfrentar. También se necesitaba un arma más ligera y menos complicada
que el fusil M-1, como la carabina M-1.
Tropas australianas recapturando el pueblo de Kokoda.
Sin embargo, la lección más
importante de esta campaña, tal vez fuese la logística. Los japoneses fueron
detenidos debido a su incapacidad de transportar por la pista de Kokoda los
suministros en cantidad suficiente para mantener su avance hacia Port Moresby y
por ello fueron derrotados y forzados a retirarse. Esta circunstancia no pasó desapercibida por el General
MacArthur. Se dio cuenta que podía derrotar a los japoneses aislando sus guarniciones,
y por ello no tuvo ningún inconveniente en avanzar dejando incomunicado
cualquier posición enemiga, pero siempre destruyendo cualquier fuerza
aérea con el fin d eliminar cualquier
amenaza sobre sus propias líneas de abastecimiento. Lógicamente con esta acción
también descartaba la posibilidad al
enemigo de recibir refuerzos y suministros por aire, ya que el reabastecimiento
o evacuación por mar cada vez se fue dificultando más por la superioridad
marítima aliada. Esta estrategia tenía la ventaja de evitar un avance lento y
el gran número de víctimas, como se observó en Buna-Gona. La campaña de la
pista de Kokoda también mostró dos aspectos reseñables, la equivocada creencia
por parte de los aliados de la imbatibilidad del soldado japonés en la jungla y
su superioridad de adaptación al entorno selvático, percepción que quedó completamente
desechada, pero en cambio, si que se confirmó plenamente, el fanatismo con el
que los japoneses lucharon y lucharían durante el resto de la guerra.
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