La Segunda Guerra Mundial fue la
mayor contienda bélica de la historia. En casi todos los campos militares se
dieron o bien novedades o bien grandes avances sobre doctrinas ya existentes,
es decir, tanto en el armamento, como la logística, la información, el mando,
las comunicaciones y por supuesto la propia manera de combatir. La guerra
anfibia en sí, no podía verse alejada de esta circunstancia. Si bien desembarcar
en la orilla tropas dispuestas a la lucha es una práctica militar muy antigua,
fue durante la Segunda Guerra Mundial cuando alcanzó su máxima expresión.
Fueron los Aliados quienes
demostraron finalmente el verdadero dominio de la guerra anfibia. Llegaron a
desembarcar más de cuatro millones de soldados a lo largo de la costa europea
defendida por alemanes mediante cinco grandes desembarcos anfibios y decenas de
incursiones, de estas últimas no todas con éxito. Realmente para
estadounidenses y británicos, las operaciones anfibias eran la única forma de
entrar en combate con las tropas del Eje por motivos geográficos obvios. Situación
similar se dio en el Pacífico, donde salvo el teatro de China-India-Birmania,
no hubo victoria alguna aliada sin la presencia de desembarcos.
Los desembarcos anfibios al igual
que el resto de operaciones militares se desarrollaron en tres niveles;
estratégico, operacional y táctico, dependiendo de los objetivos deseados. Por
ejemplo, los desembarcos aliados en Francia, Filipinas e Italia e incluso la
invasión prevista de Japón serian operaciones a nivel estratégico pues se
diseñaron para proporcionar un impacto decisivo en la guerra. El desembarco
realizado a finales de 1942 en África del norte, operación Torch o los asaltos
alemanes en las islas del Dodecaneso y la mayoría de los ataques aliados en el
Pacífico fueron operaciones anfibias de nivel operativo que apoyaban una
campaña específica, cada una como parte de un esfuerzo estratégico global. Los
desembarcos soviéticos y los ataques de comandos aliados fueron operaciones
tácticas contra objetivos limitados, aunque algunos de forma tangencial si podían
tener cierto impacto estratégico como por ejemplo, capturar códigos alemanes,
instalaciones de radar etc. Las evacuaciones de Dunkerque y Creta son difíciles
de categorizar, pero la mayoría de los observadores las describiría como
esfuerzos a nivel operativo.
La operaciones anfibias también
pueden catalogarse según el tipo en cuatro categorías; incursiones, asaltos,
evacuaciones y desembarco no combatiente. La primera de ellas es la más
peligrosa ya que generalmente se produce en una zona con superioridad del
enemigo y consiste en un asalto y su posterior retirada. Llevada a cabo por un
grupo reducido de tropas, se realiza en un espacio geográfico muy limitado y en
un corto periodo de tiempo; una incursión de comando seria el patrón típico de
este tipo de operación anfibia. Un desembarco no combatiente es la operación
más segura, ya que se produce sin presencia enemiga, los desembarcos nocturnos de
agentes de inteligencia sería un buen ejemplo o el desembarco de los marines en
Guadalcanal. Asaltos y evacuaciones se enfrentan a diferentes niveles de
riesgo, dependiendo de la fuerza defensiva y sus posteriores apoyos. La
invasión alemana de Noruega es un ejemplo de asalto, aunque la mayoría de sus
tropas desembarcaron bajo circunstancias cercanas a las de un desembarco no
combativo. La retirada de las tropas britanicas en Dunkerque fue la primera y tal
vez la más notoria evacuación de combate de la guerra, mientras que la
evacuación naval de las fuerzas alemanas cercadas en el Báltico al final de la
guerra fue la operación de este tipo de mayor magnitud de la guerra.
Las fases de las operaciones
anfibias evolucionaron mientras iba progresando la guerra. En 1939 el Heer
alemán era el único ejército en reconocer la necesidad de ensayar desembarcos y
procedimientos de asalto anfibio pero tal vez por falta de elementos materiales
y también por estrechez de miras estratégicas apenas utilizaron posteriormente
este tipo de operaciones. A mediados de
la guerra, todos y cada uno de los Estados Mayores ya se habian dado
cuenta de la necesidad práctica de desarrollar programas de asalto anfibio específicos.
Entonces, como sucede actualmente, las operaciones anfibias se dividieron en
cinco fases: (1) planificación, (2) embarque, ensayo (3), (4) movimiento a la
zona objetivo y (5) el asalto. La doctrina soviética añadió una sexta fase, el
desembarco de las fuerzas armadas de seguimiento.
Necesariamente, el ejército japonés
estuvo desde un principio muy interesado en la guerra anfibia. Los japoneses
fueron pioneros en el desarrollo de la rampa abatible en las lanchas de desembarco, posteriormente copiada por los ejércitos de los restantes
países incluyendo los Estados Unidos. El Ejército Imperial Japonés utilizó
desembarcos anfibios para flanquear las fuerzas británicas en Malasia y para
invadir las Filipinas y otras islas del Pacífico. En Malasia y las Filipinas,
el ejército utilizó sus propios barcos y aviones basados en tierra para apoyar
dichas operaciones, recibiendo poca o ninguna ayuda por parte de la Marina de Guerra
ya que los buques de guerra japoneses sólo tenían la misión de atacar las
fuerzas navales enemigas. Es un ejemplo que escenifica la poca o nula colaboración
entre las distintas ramas de las fuerzas armadas niponas. La marina de guerra
japonesa tenía sus propias tropas especializadas de desembarco naval en
ejecutar sus asaltos anfibios como los realizados en Wake y otras islas del
Pacífico. El asalto en las Indias Orientales de Holanda fue la única vez en que
las dos fuerzas armadas de Japón cooperaron en la ejecución de una invasión
anfibia, y allí, como en Malasia, las playas del desembarco no encontraron resistencia.
En los casos donde se vieron enfrentados a tropas defensivas, como en Wake, los
japoneses sufrieron pérdidas considerables.
Es justo también señalar que
entre los aliados apenas se produjeron intercambios de información en
referencia a las lecciones aprendidas sobre desembarcos anfibios,
particularmente entre las operaciones llevadas a cabo en los teatros europeo y
del Pacífico. Esta deficiencia tal vez fue debida a la antipatía y la estrechez
de miras entre los líderes militares, pero el factor principal de esta falta de
comunicación se debió a la propia idiosincrasia de cada teatro de operaciones.
En el Pacifico, los marines se enfrentaron a un ejército japonés muy poco
mecanizado, sin tanques pesados y con una artillería débil, sin embargo si se
hallaron ante un enemigo mucho mejor camuflado y en posiciones defensivas muy difíciles
de salvar, como bunkers y sobre todo cuevas, a diferencia de alemanes e
italianos. Los alemanes, por el contrario, rápidamente reforzaron sus defensas
en las playas de desembarco con la presencia de tropas muy mecanizadas así como
de artillería pesada. Además emplearon extensos campos de minas y obstáculos en
la propia playa, tácticas que apenas hicieron los japoneses. Estas diferencias
modificaron la doctrina y el modo de actuar de los aliados según sus
respectivos teatros, sin embargo, esta circunstancia no es suficiente para
justificar el casi inexistente flujo de información "anfibia" entre
Europa y el Pacifico.
Continúa en Guerra anfibia durante la Segunda Guerra Mundial. II
Continúa en Guerra anfibia durante la Segunda Guerra Mundial. II
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