Leopoldo III de Bélgica durante
la Segunda Guerra Mundial.
Leopoldo III de Bélgica fue
durante el periodo de tiempo inicial de la Segunda Guerra Mundial el abogado
defensor mas a ultranza de la política exterior más independiente posible de su
país, al mediar dos veces entre los gobiernos de la Alemania nazi y los países
occidentales en los meses inmediatamente anteriores y posteriores al estallido
de la guerra en septiembre de 1939. Bélgica seguía estrictamente siendo un país
neutral, pero esta condición no fue obstáculo para ser invadida por los alemanes
por segunda vez en la primavera de 1940, la primera fue en 1914. Antes de la
guerra, el rey Leopoldo antes promovió la construcción de importantes
fortificaciones defensivas desde Amberes hasta Namur frente a la frontera
alemana. Sin embargo, sus acciones como comandante en jefe del ejército durante
la invasión alemana de 1940 fueron criticadas por británicos y franceses e
incluso por algunos belgas. Tras la invasión el grueso del ejército belga, fue
rodeado por los alemanes y sin capacidad de reacción ni escapatoria, Leopoldo
ordenó a sus tropas la rendición. No obstante, el rey se negó a huir con los
funcionarios estatales para formar en Reino Unido, un gobierno en el exilio.
Sus acciones, sobretodo esta última no fueron bien vistas por algunos de sus súbditos.
La entrega de las armas en un punto crucial en la batalla de Francia de 1940 ocasionó
un hueco importante en el anillo defensivo aliado en Dunkerque y, si los
alemanes hubiesen presionado por esa zona de forma contundente es posible que
la evacuación de las tropas aliadas en Dunkerque hubiese sido mucho más
complicada. El rey Leopoldo siguió despertando críticas cuando en 1941 se casó
en segundas nupcias con una mujer plebeya considerada en algunas facciones como
pronazi. Por todo ello, muchos belgas vieron el comportamiento de Leopoldo ante
los alemanes en marcado contraste con la valiente resistencia de su padre al
ejército del káiser durante la Primera Guerra Mundial. Otros compatriotas sin
embargo creyeron que el rey fue injustamente criticado, ya que según ellos, Leopoldo
demostró gran valentía negándose posteriormente a administrar su país bajo
control alemán y dar una apariencia de legitimidad al Gobierno de ocupación
nazi, es decir, convertirse en un títere. Leopoldo fue hecho prisionero por los
alemanes hasta el final de la guerra, primero en su castillo de Laeken,
Bruselas y más adelante en la profunda Alemania.
La política exterior belga dio un
giro rotundo cuando Bélgica decidió su retirada del Pacto de Locarno. Cuando
los el gobierno nazi remilitarizó Renania en 1936 y no hubo respuesta
internacional alguna, Bélgica decidió seguir su propio camino con una política
de "neutralidad armada". En
esos momentos esta era una opción muy prevalente, ya que si los Países Bajos
habian podido evitarla entrada en la guerra en 1914, tal vez Bélgica podría
hacer lo mismo. Para lograr esta deseada opción, Bélgica dedicó una cantidad
increíble de su producto nacional bruto para la defensa nacional. Se ha
estimado que llegó hasta el 23%. Con una población de 8 millones de personas,
Bélgica llegó a tener 650.000 hombres en el ejército. Era un ratio enorme y la máxima
que podría reunir un país pequeño como Bélgica. Ni Francia ni Reino Unido se
acercaban lo mas mínimo a esa proporción. Los fondos fueron utilizados mayoritariamente
en construir fortificaciones de frontera potentes y en aumentar los efectivos del Ejército más que
en modernizar su aviación y fuerza acorazada.
Leopoldo III pasa revista a la exigua fuerza acorazada belga
En octubre de 1939, tras el
estallido de la guerra, el rey pronunció un discurso de radio en inglés
dirigido a los Estados Unidos. Señalo que la actitud de la población belga provenía
del sentimiento aislacionista de América, que durante generaciones, diferentes
naciones habian llevado sus guerras al suelo belga y que Bélgica quería
permanecer al margen viviendo solos y viviendo en paz. No importaba la opción
de los Aliados o del Eje, Bélgica quería quedarse fuera de toda controversia.
Bélgica seguía siendo estrictamente
neutral, pero fue invadida por los alemanes por segunda vez el 10 de mayo de
1940, justo en el inicio de la
largamente esperada ofensiva alemana en el oeste. Como se ha comentado, el rey Leopoldo
había promovido la construcción de importantes fortificaciones defensivas desde
Amberes a Namur frente a la frontera alemana. Bélgica declaró su neutralidad y
se negó a permitir el paso de fuerza
expedicionaria británica por el territorio. LA BEF y el ejército francés no hicieron caso de la orden belga, pero al
final no sirvió para nada. El ejército belga fue sorprendido desde el inicio de
las hostilidades con la caída de las defensas de la frontera. El fuerte de
Eban-Emael, una gran fortaleza subterránea que dominaba tres puentes sobre el Canal de Albert y
construido a semejanza de las fortificaciones de la francesa línea de Maginot francesa,
estaba considerado como
inexpugnable. La fortaleza cuya dotación
se elevaba a más de 1.200 soldados belgas fue asaltada, la madrugada del 10 de
mayo, por 400 paracaidistas alemanes que llegaron silenciosamente por medio de
planeadores que aterrizaron directamente encima de la fortaleza. Tras
inutilizar los cañones por medio de cargas de demolición el
"inexpugnable" fuerte de Eban-Emael se rindió. Con la defensa artillera
fuera de combate, el resto de la fuerza alemana tomó rápidamente dos de los
tres vitales puentes sobre el canal. Las fuerzas armadas alemanas pudieron entrar en territorio belga casi sin
lucha y desplegar sus fuerzas acorazadas en cuestión de horas.
Bélgica a punto de rendirse.
Tras 18 días de derrotas y
retiradas, Leopoldo sin consultar con el gabinete de gobierno ni con los
aliados y como comandante en ejefe del Ejército belga firmo la rendición de Bélgica
ante los alemanes, concretamente el 28 de mayo de1940. Ese mismo día, los británicos
comenzaron la evacuación en Dunkerque. Esta acción de Leopoldo trajo
consecuencias importantes. La rendición de las tropas en tiempo y lugar produjo
un hueco en la línea defensiva aliada en torno a la Dunkerque. Brecha que
hubiese sido aprovechada por al fuerzas alemanas sin embargo inexplicablemente,
Hitler ordenó la detenciones de su fuerza acorazada. Hay considerable diferencia de opinión en
cuanto a las circunstancias que rodearon el caos existente en los
acontecimientos de finales de mayo. Pero existe casi un consenso global en que
las decisiones del rey Leopoldo como comandante en jefe del ejército durante la
invasión alemana de 1940 sean como mínimo susceptibles de crítica. Muchos
ciudadanos belgas, vieron la rendición ante los alemanes como un acto de cobardía,
mas aun si es comparado con la fuerte defensa de los intereses belgas del su
padre ante las tropas del Kaiser durante le conflicto mundial anterior.
Continúa en Leopoldo III de Bélgica durante la Segunda Guerra Mundial.2º parte
Continúa en Leopoldo III de Bélgica durante la Segunda Guerra Mundial.2º parte
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