Leopoldo III de Bélgica durante
la Segunda Guerra Mundial.
Provienen de Leopoldo III de Bélgica durante la Segunda Guerra Mundial.1º parte.
Provienen de Leopoldo III de Bélgica durante la Segunda Guerra Mundial.1º parte.
Como se ha comentado la decisión
de rendir el ejército fue criticado tanto por los aliados como por compatriotas
pero no todos los belgas estuvieron en contra de tal acción. Existen fuentes
que elogiaron la decisión al permitir la salvación de más de 2 millones de
belgas encerrados dentro de la bolsa creada por el avance alemán además la gran
mayoría de los belgas flamencos apoyaron al rey.
Hay que reconocer que el rey Leopoldo
vio la situación muy desesperada. Así, decidió que no se diese más
derramamiento de sangre ante una causa perdida. Hubo algún apoyo para este
punto de vista. El propio almirante Sir Roger Keyes que se encontraba en el
cuartel general del ejército belga durante los intensos combates insistió que
el rey Leopoldo no tenía ninguna opción militar salvo la rendición. Seguramente
sea cierto, pero unos días más de resistencia habría hecho más fácil la evacuación
británica y francesa en Dunkerque. Por supuesto los aliados fueron
especialmente críticos con las acciones del rey. Reynaud difundió una diatriba
mordaz considerando a su majestad como
un traidor. También es posible que ante la desintegración de su ejército, los
franceses buscasen un chivo expiatorio. Hay una razonable pregunta sobre ¿Quién
abandonó a quién? Los belgas nunca fueron informados de que la fuerza
expedicionaria británica (BEF) fuese a evacuarse dejando a su suerte a las
tropas belgas. Sin duda el análisis final es muy complicado ya que la BEF pudo
ser evacuada más o menos correctamente. Si los alemanes hubiesen destruido la BEF
en Dunkerque, sería muy difícil aceptar la liberación de Bélgica en 1944. Por
supuesto todo aparece de forma muy distinta con el paso del tiempo.
Los representantes
gubernamentales de Bélgica después de la rendición del ejército por parte del
rey Leopoldo se reunieron en Limoges, Francia. Condenaron más la acción del rey
que ayudar a la formación de un gobierno en el exilio. Algunos belgas también son críticos sobre la
manera en que se formó dicho gobierno en el exilio. Un lector informa, "el
gobierno en el exilio dio tres bandazos
tres veces durante la ocupación. Fue el mismo gobierno que para salvar la cara
se deshizo del rey Leopoldo. Se halló ante un problema constitucional". De
todas formas el 18 de junio estableció un gobierno belga en el exilio,
temporalmente en Burdeos, Francia. Declaró la destitución del rey y cuando
Francia también se vio obligada a buscar un armisticio, sus líderes políticos,
Spaak y Pierlot, huyeron a Londres. Allí se creó la Legión Belga. El gobierno
en el exilio mantuvo el control del Congo belga y Ruanda y reclutó una pequeña
fuerza.
Tropas de caballería alemanas desfilando enfrente del Parlamento belga.
El rey Leopoldo pidió un armisticio
a los alemanes el 27 de mayo, ordenó a su ejército la entrega de las armas al día
siguiente y se negó a huir con los ministros para formar un gobierno en el
exilio en Inglaterra. El rey compartió con valentía el destino de sus tropas y
sus súbditos y realizó una promesa solemne a sus tropas "pase lo que pase
compartiré su destino". Leopoldo se reunió con Adolf Hitler en noviembre
de 1940 en Berchtesgaden. Fuentes contemporáneas indicaron que se las arregló para conseguir
la liberación de 50.000 prisioneros de guerra belgas y la promesa de mejores
condiciones de vida para la población belga, sobre todo referentes a la alimentación,
siempre desde una posición igualatoria, nunca subordinada y con la intención de
influir para conseguir mejores términos de
negociación para Bélgica en comparación con situaciones similares de
otros países ocupados". Sin embargo, los aliados occidentales y muchos
belgas no dejaron de considerar como un colaborador. No obstante, debe decirse
que Leopoldo demostró gran valentía negándose posteriormente a administrar su
país bajo control alemán y dar una apariencia de legitimidad al Gobierno de
ocupación nazi.
Tras la ocupación y de forma nada
sorprendente, algunos grupos fascistas y
políticos como Hendrik de Man, decidieron colaborar con los nazis. Muchos
pensaron que las sorprendentes victorias alemanas en 1939-40 no dejaban otra opción
y así De Man lideró el régimen colaboracionista belga. La Wehrmacht, bajo el
mando del general Alexander von Falkenhausen y su jefe administrativo Eggert
Reeder, controló y administraron el régimen de ocupación. De hecho, el gobierno
militar alemán administró los asuntos civiles incluso la mayoría de los asuntos
de índole personal.
La figura del rey pasó a un
segundo plano, sin embargo retomó notoriedad cuando volvió a casarse. El rey Leopoldo
despertó más críticas con su matrimonio en 1941 con una dama flamenca de origen
no nobiliario, es decir, plebeya. Leopoldo se casó con Marie Lilianne Baels
(1916-2002), más adelante princesa de Rethy, en una ceremonia religiosa el 11
de septiembre de 1941. La ceremonia civil tuvo lugar el 6 de diciembre de 1941
en el castillo de Laeken. Su padre era Henri Baels y su madre Anne Marie De
Visscher. Esta unión no fue bajo ningún
aspecto popular entre la población belga. No sólo su esposa era de origen
plebeyo, y en cierto modo reemplazaba la figura de la muy querida primera
esposa del rey, sino que ciertas facciones vieron un carácter pronazi en la
figura de la segunda esposa del rey aunque realmente no existen evidencias de
tal comportamiento.
Leopoldo III y su segunda esposa, Lilian Baels.
Conforme los aliados iban avanzando
hacia la victoria, el rey Leopoldo fue hecho prisionero por los alemanes hasta
el final de la guerra. Estuvo confinado en un principio en su propio castillo
de Laeken, Bruselas. Sin embargo, tal y como los aliados se acercaron a
Bélgica, los alemanes detuvieron al rey y su familia y fueron trasladados en
primer lugar a Alemania, concretamente en Hirschein, Sajonia y después a Strobl
Austria de donde finalmente fueron liberados por soldados estadounidenses.
Tras la guerra, la situación
respecto a la figura de Leopoldo III no había cambiado existiendo controversia
sobre su papel durante la ocupación alemana, y por ello los aliados se
abstuvieron de apoyar su retorno a Bélgica para así evitar desórdenes internos.
Fue nombrado regente el hermano del rey, el príncipe Carlos, y se acusó a
Leopoldo III de incapacidad para reinar por ordenar en 1940 la capitulación del
ejército belga ante los alemanes, por incluirse él mismo como Jefe de Estado en
semejante rendición y por negarse a seguir al gobierno legítimo hacia el exilio
estando en condiciones de hacerlo. Al faltar una decisión rápida sobre la
denominada cuestión real, Leopoldo III se instala en Suiza pero sin abdicar. Sin
embargo, en 1946 el Parlamento inicia una investigación sobre las determinaciones
de Leopoldo en 1940 sin que al final pueda asegurarse la existencia de una
deslealtad que impida al monarca ejercer sus derechos.
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