Mariscal de campo Ferdinand Schörner
Ferdinand Schörner fue uno de los
últimos mariscales nombrados por Hitler durante la Segunda Guerra Mundial y tal
vez uno de los más controvertidos. Nacido en junio de 1892 en Munich, era hijo
de un oficial de policía y cuando en 1911 dejó los estudios ingresó como
voluntario en el Ejercito Bávaro por un espacio de tiempo de un año. Tras esta
corta experiencia militar comienza a
estudiar filosofía y lenguas modernas con intención de convertirse en docente.
Su carrera académica es cortada de repente por el estallido de la Primera
Guerra Mundial, contienda en la que tan solo alcanzó los grados de teniente y
capitán al mando de una compañía. A pesar de la relativa baja graduación
demostró gran valor, circunstancia por la cual le fueron concedidas las más
altas condecoraciones, la Cruz de Hierro y
la medalla Pour le Merite así como la reputación de soldado duro.
Tras la guerra y durante el
caótico periodo siguiente, Schörner se alistó en el famoso Freikorps liderado
por Ritter von Epp en la lucha contra los comunistas antes de ingresar en el
pequeño ejército alemán de la República de Weimar, el Reichswher. Durante los
años 20 entra a formar parte del Estado Mayor de dicho ejército y en 1931 es nombrado instructor en tácticas e historia
militar de la escuela de infantería de Dresde. En 1937 alcanza el grado de
teniente coronel y se le otorga el mando del 98º Regimiento de Infantería de
Montaña, y es con este tipo de tropas donde alcanzara la mayor notoriedad.
Durante la campaña polaca de 1939
y con su regimiento alpino actúa de forma muy brillante así como en los
primeros días de la Batalla de Francia por lo que a finales de mayo de 1940 obtiene
el mando supremo de la 6ª Division Alpina. Ya como general, interviene en la
campaña de Grecia siempre al frente de sus desafortunados y sufridos hombres,
haciendo honor a su carácter estricto y brutal. Uno de sus lemas era “el miedo
ahorra sangre”.
Schörner fue subiendo
progresivamente su graduación así como las unidades bajo su mando a través de
la difícil y amarga guerra contra la Unión soviética siendo siempre destinado
allí donde existiesen grandes dificultades. Nacionalsocialista convencido, no
tuvo problemas de conciencia con las atrocidades cometidas durante el
transcurso de la guerra en el frente oriental, por lo que siempre fue bien
visto por Hitler y su camarilla de generales, gracias a esta circunstancia y su
férreo manejo de la situación se le fue concedida al Cruz de Caballero en todos
sus grados.
A principios de 1945, al entonces
Coronel-General Ferdinand Schörner se le concedió el mando del Grupo de Ejércitos
Centro que estaba a punto de ser colapsado, estabilizando la situación del
frente gracias a una serie de batallas dilatorias contra las superiores fuerzas
del Ejército Rojo. En abril de 1945, ya en los últimos compases de la guerra,
Hitler le nombra mariscal e incluso le nombra comandante en Jefe del Ejército en
su testamento político.
Si bien la imagen de brutalidad
de Schörner fue mantenida durante toda la guerra, es a finales de la misma
cuando sus acciones crearon gran controversia. Justo en los últimos días de la guerra, en
mayo de 1945 cuando sus tropas seguían luchando en Praga con la esperanza de
ser liberada por tropas estadounidenses en lugar de soviéticas, Schörner viendo
que esa posibilidad no se podía producir, escapa hacia el Tirol en su avión particular
vestido de civil con la estrambótica idea de organizar la ultima resistencia en
el “Alpenfestung” o reducto alpino. Convencido que toda resistencia es inútil,
al final se entrega a los norteamericanos que lo entregaron a los soviéticos
para ser juzgado.
Schörner fue condenado a 25 años
de prisión, sentencia que fue conmutada y liberado en el año 1955 siendo
entregado nuevamente ante un tribunal, en este caso de la Alemania Federal con los cargos de
asesinato. Tras dos años más de prisión, el último de los mariscales de Hitler
murió de un ataque al corazón en 1973.
El mariscal soviético Konev
escribió de él: “Si no hubiese sido por
Schörner, el Ejército Rojo hubiese entrado directamente en Baviera” pero lo
cierto es que la imagen del mariscal Ferdinand Schörner siempre estará ligada a
la brutalidad ejercida y al final incluso a actos de cobardía y deserción que
supuso el abandono de su puesto al frente de sus tropas en Praga y su huida
rocambolesca al Tirol.